Un
conjunto de sucesos bastante pintorescos, me impulso a escribir esta columna,
para hablar de un suceso más contagioso que H1N1, más injusto que el gol de
Yepes que no se pitó y mas chistoso que un diseño de sonrisa mal hecho.
Me
invitaron a Boyacá a una festividad a mitad de año y yo no me pude poner más
feliz. Sonreí al pensar que me liberaría del vecino que pone Reggaeton desde
las 8am dándoselas del mas urbano de los puertorriqueños que habitan New York,
y del otro vecino cansón que siempre se emborracha y pone rancheras como si le
pagaran por ponerlas (en resumen estoy mal de vecinos).
Como
todo el que sale de Bogotá, me fui con la esperanza de abandonar la urbe de cemento, la jungla de asfalto,
permanentemente bombardeada por la música que mande el “Main Stream” como dicen
los músicos, por las modas pasajeras citadinas, por las novelas de narcos y por
los cafés extranjeros que tanto indignan a muchos, y esperaba ser acogido por
los paisajes verdes llenos de paz, de tradición, pintados sutilmente por la
calma que da la cultura ancestral llena de historias, de poesía… y por supuesto
de mucha comida (la verdad tenía mucha
hambre).
Ya
quería yo oír esos sones campesinos que me hicieran sentir lejos del bullicio y
de la repetitiva música que escucho todos los días en la ciudad. Ya quería
experimentar al pueblito viejo de la lunita consentida colgada del cielo, y
relajarme con la delicia gastronómica del lugar.
¡Naranjas Pichas!
Al
llegar al punto de destino, nos recibió un grupo de corridos norteños (mexicanos) que acompañaba la festividad
del día. Le indague a uno de los moradores:
-Ala ¿Y hoy no hay musiquita Carranguera?
-No patrón; hoy hay Norteña, que es la de
moda
Entonces
me puse a comer al son de los corridos norteños, que me recordaban las novelas
de mafiosos y narcos que veo todos los santos días en Caracol y Rcn (y en cable las repeticiones), con el sin
sabor de no poder escapar de la rutina capitalina “Manque sea un ratico, sumercé…”
Me
devolví a Bogotá con una simpática anécdota que contar, y con el guayabo de no
haberme sentido de paseo, sino en las mismas de todos los días, pero con viaje
de 2 horas.
Después
recibí una invitación para ir al hermoso Llano Colombiano, y ahí si me puse
dichoso: adiós al vecino reggaetonero y al vecino del despecho eterno, y
bienvenida la bravura y la riqueza del paisaje llanero, camarita. Ya podía yo
saborear la carne al compás de un cuatro y un Arpa, cuñados: ya podía yo ver
zangolotear esas maracas como solo un Pija del recio llano lo sabe hacer: ya
podía yo escuchar los setecientos sonidos de los setecientos pájaros distintos
que hay en el llano camaritas… estaba extasiado con lo que imaginaba mi mente,
y no podía esperar para disfrutar de las ferias y fiestas
¡Naranjas Pichas!
A
las tradicionalisimas fiestas del llano, llevaron a Wisin & Yandel, Chino
& Nacho, Daddy Yankee y más representantes del género que me sampa mi
vecino todos los santos días desde las 8 de la mañana.
Dirán
lo que quieran… pero comer carne al son del perreo reggaetonero, es igual de
raro que comer calentao en MacDonalds o
caldo de costilla en Subway… (No se
siente chévere)
Llegue
a Bogotá con otra anécdota más, y con unas ganas incontrolables de voltearle el
mascadero a mi vecino el del Flow
Pero
ahora si la dicha llegaría para mitigar la rutina diaria… “Viaje al Caribe
Colombiano”… no me diga más: el sueño dorado de cualquier Cachaco con la piel
color Pan Tajado de Ramo, es ir a la costa y contagiarse del realismo mágico de
García Márquez. Se cumpliría para mí el Anhelo Infinito de dejarme seducir por
el ancestral tambor de la Cumbia, el golpeteo del cuero invitando a la danza de
caderas, el rítmico oscilar de las caderas de la negra soledad (que es la chica de ipanema de la costa),
el cadencioso ritmo del Merecumbe, de la Chalupa, del Cumbion, de la Gaita y la
Puya, mejor dicho… no veo la hora de llegar…
¡Naranjas Pichas!
Fiestas
de fin de año que se respeten, tienen orquesta de Merengue y Salsa… Nanay de
Cumbia y Nanay de acordeones. Entonces comencé nuevamente a sentir ese sin
sabor de las veces pasadas, ya que oyendo salsa y merengue, me siento dentro de
un bus o un taxi en Bogotá oyendo Olímpica o Tropicana… Y es que en un bus
repleto en Bogotá, si se llegan a sentir los 35 grados de calor que puede tener
el caribe Colombiano ¿Oiga?
Llegue
a Bogotá… más doradito… si… pero con ese sin sabor de nuevo… y más encima me
fui en taxi a mi casa, escuchando Salsita y Merenguito… como todos los días.
De
repente un día, no pude soportar la tentación, y sucumbí junto con mis amigos a
almorzar una deliciosa lechona que me hacía ojitos. La señora que despachaba,
me dijo con un tono cálido y alegre:
-¡Hmm! Como no va a estar guena esta lechona
si es que yo soy del Tolima…
A lo
que le respondí que eso si era una mega garantía, ya que para lechona, nada
como la del Tolima y el Huila. Y la conversación siguió ahí, hablando de las
bondades y bellezas de la tierra Tolimense. De hace cuanto yo no iba por allá,
de hace cuanto ella no había podido ir, y de cuanto se extraña la musical y
querida tierra San Pedruna.
Entre
coplas Natagaimunas, dichos y platos típicos, la señora recordó alegre que
pronto iniciarían las tradicionalisimas fiestas del San Pedro, y no dudo en
convidarnos cálidamente a pegarnos la Rodadita como es costumbre:
-Ay òle, y es que ya llegan las fiestas… y si
Dios quiere, este año si voy… además que van a estar buenísimas esta vez…
Yo
contagiado del acento Rajaleñudo y Tamaludo del Tolima grande, le conteste como
le contestara el compadre Felipe a los cuentos del compadre Emeterio:
-¡Ay òle, buen primor!… ¿Y eso porque van a
estar tan Guenas las de est`iaño?
(Porque Tolimense que se respete pega las
palabras, y no dice ESTE AÑO
si no ESTIAÑO)
si no ESTIAÑO)
Ella
respondió:
-Ay
òle, porque van a haber conciertos especiales…
Ahí
me dije a mi mismo, mi mismo, esta es la oportunidad de escapar de mis
tradicionales vecinos y el trasporte público. Le dije a la señora:
-Me
imagino; las bandas tocando Sanjuaneros, Papayeras, Cucambas resonando las
tamboras y los Tiples, Rajaleñeros echando Coplas…
Y la
señora me dijo:
-Nooo
òle; hay festival del despecho, con
música de cantina y Mariachis…
Ahí
me quede frio y estupefacto… se me atoro un pedazo de lechona en el pescuezo y
casi no puedo volver en mí. Esta vez no alcance ni a ir, y ya me estaba
desentusiasmando.
Al
parecer en el Tolima tampoco queda nada de los paisajes con los que sueña
cualquier Colombiano paseador: como que ya no hay murmullo del rio en la
subienda, ya no suena la puerca en los Sanjuaneros, ya no cocina Misia Pomiana
(la chica de Ipanema Tolimense, que entre
otras es gordita), como que en los cafetales ahora hay un Starbucks, y a Garzón y Collazos los cambiaron por
Chino y Nacho, Alex y Fido u otro dueto.
A la
señora le contesto otro cliente:
-Que Berraquera: yo soy de Manizales y allá
también va a haber un concierto igual, con festival gastronómico mexicano…
Ahí
si me pare embejucado, y manotiando con un pedazo de cuero de la cabeza de la
lechona, y sin poderlo controlar, grite:
-Ay no jodas… ¿Tu también?
El
señor de Manizales me miro asustado y me dijo:
-Eh… pero si yo a vos no te conozco…
Le
dije:
-Eso no importa; te conozca o no te conozca,
ya te tiraste la ida a Caldas, ome…
En
resumen, el país está dañando la paseadita ya que las típicas ferias y fiestas
tradicionales, de tradicionales ya no tienen nada. Las fiestas mal llamadas
Tradicionales, ahora son como una empanada sin carne o un Tamal sin presa… ¡Son
una estafa!
Yo
no voy a agarrar 4 horas de carretera para oír el mismo Serrucho, ni voy a
pagar tiquetes de avión para oír la música que pasan en Candela, candela,
candela, solo éxitos… No me crean tan aguacate….
Desafortunadamente,
y aunque salga más caro, la mejor experiencia Colombiana para pasar unas
vacaciones o un paseo de festivo, es irse a los Estados Unidos o a Europa,
donde la comida Colombiana es apetecida, y la Música Colombiana es más fácil de
encontrar.
Por
ahora la invitación gramatical y lingüística de La Real Academia dela Jeta, es
a dejar de llamar Fiestas Tradicionales
a esas Tochadas que se están haciendo en el país y que no tienen nada de
tradicional. Eso podríamos hacerlo, mientras nos inventamos unas raras y
novedosas ferias, donde se pueda uno sentir uno de paseo por Colombia, y no
como en un centro comercial con 5 músicas diferentes al tiempo.
Yo
mientras seguiré en mi mundo imaginario; soñando que hay Achiras con surumba en
el huila, que hay Carranga con requinto en Cundinamarca y Boyaca, que hay
Tungos y Mamona en el llano, que hay Bundes y Bambucos en el Tolima, que hay
Fandango y Bullerengue en la costa, y que en el eje cafetero sigue habiendo
Café, Bambucos con Tiple y Bandola y Coplas Parranderas.
Ahorita
me voy para San Andres, pero espero no encontrarme con que allá lo más
tradicional es un festival de Heavy Metal y Rock progresivo, y todo el mundo
poguea y sacude las rastas al son de las guitarras y las baterías… mejor me
quedo acá, a padecer a mis vecinos
Ay Señor,
ten piedad